Arquetipos y personajes femeninos en la literatura universal
Por: Raúl Pérez
Hernández
La palabra, «personaje», según el Diccionario de la
Real Academia Española, proviene del griego, «prosopōn» portador de máscara, y
del latín «per-sonare», para resonar. Y en efecto, en los personajes de la
literatura, suenan y resuenan los arquetipos o imágenes primordiales que
habitan en el inconsciente colectivo, es decir, los personajes son una vía para
conocer los estereotipos humanos como modelos de la personalidad y de
conductas. Por ello, se puede afirmar que la personificación axiológica, es la
teleología de cada personaje en la literatura universal. De esta manera, la
literatura tiende un puente entre ficción y realidad, entre lo inconsciente y
lo consciente, entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo abstracto y lo
concreto, entre lo indirecto y lo directo
para transitar en él y acceder al conocimiento del otro, con la premisa
por delante de que, como menciona Todorov, “conocer al otro y conocerse a sí
mismo es la misma cosa”. Por ello, en el presente artículo, se enfatiza la
recepción de la literatura como un «texto
espejo»
Siguiendo esta línea de ideas podemos afirmar que, la
poética despierta la posibilidad de relación del mundo con la mujer, y de ella
con el universo. Ahí, en la literatura universal, anidan los arquetipos
femeninos, nacen y se proyectan para quedar grabados en el inconsciente
colectivo a través del mito, de la leyenda, del cuento o novela. El poeta en su
ensoñación con la mujer, crea y vive desde la palabra, la polifonía de sentidos
que habrán de cantar el pretérito y devenir femenino. Hoy, lo hecho y lo dicho
está, y si observamos y escuchamos el lenguaje literario como camino y destino
a mundos posibles e hipótesis de vidas, conoceremos que la numinosidad
femenina, ilumina a la vez que funde toda perspectiva del alma y consciencia
que diseña la arquitectura de confianza de estar en el universo con ellas y
ellas en otredad.
La mujer, ya sea como poetisa, personaje en la narrativa
o «yo poético femenino» en la lírica,
desvela su propia naturaleza narrándose a sí misma, al
tiempo que proyecta imágenes que
han quedado incorporadas en la memoria de la humanidad como patrones del ser
femenino. La poetisa/lectora, desde Safo, pasando por Juana de Asbaje y hasta
Simon de Beauvoir, ha de lanzar su antítesis a los estereotipos femeninos
dictados por la cultura patriarcal, mostrar ese fenómeno, no es objetivo nuestro, pero tampoco
antitético a él. Más bien en este artículo, con mirada junguiana, intentaremos
aunque con brevedad por motivos de espacio, presentar tres personajes de la literatura universal que
han trascendido en el tiempo y espacio como arquetipos femeninos, esto sin
atender la variable de género –masculino/femenino-, del escritor.
Para
iniciar, debemos poner en perspectiva como centro y punto de partida en la
identificación de las representaciones sociales de lo femenino, la presencia de la mitología greco-romana.
Para la identificación de los arquetipos femeninos, nos apoyaremos sobre todo,
en las diosas olímpicas, por ser estas la fuente primigenia que simbolizan lo
femenino. Estas diosas se han clasificado para los fines que pretendemos en
tres categorías; Las diosas vírgenes, las diosas vulnerables y las diosas
alquímicas o trasformativas. Las diosas vírgenes, en la mitología greco/latina,
están presentes a través de Artemisa/Diana, Atenea/Minerva, y Hestia/Vesta. Las
diosas vulnerables son; Hera/Juno, Démeter/Ceres y Perséfone/Coré. Por último,
a las alquímicas o transformativas que son representadas por, Afrodita/Venus.
La independencia, autonomía y
autosuficiencia caracteriza a las diosas vírgenes. Los elementos emocionales no
son su prioridad y estos no les desvían para lo que les es importante. El
enamoramiento no les es afín, como tampoco el sufrimiento y el tormento. Son
fuertes y se enfocan únicamente con lo personalmente significativo. Por otra
parte y en oposición, las diosas vulnerables representan todo aquél carácter de
la mujer tradicional en la sociedad falocéntrica. Estas diosas en la mitología
greco-romana, fueron violadas, raptadas y humilladas por dioses masculinos. Los
roles que les identifican son la dependencia, adopción y fuerte necesidad de
vínculo, además de su alta sensibilidad en lo afectivo. Son madres, esposas e
hijas llevando a cuestas los papeles tradicionales de estas en la cultura
patriarcal. Por último, tenemos a las diosas alquímicas o transformativas,
ellas valoran más bien la intensidad en las relaciones que la permanencia, son
altamente receptivas a los cambios y al proceso creativo. En la mitología
greco/latina, representan el amor y la belleza, su desempeño se inclina a la
procreación y descendencia.
Esta caracterización de deidades
femeninas, se pone de manifiesto en la obra Teogonía,
de Hesiodo, Los Himnos Homéricos, en la Ilíada y la Odisea, además en Las
tragedias de Eurípides, Sófocles y Esquilo, entre otros textos prístinos del
pensamiento deífico de occidente. Lo fundacional de la cultura griega antigua,
hace infranqueable su atención, además por la abundancia de intertextos de esta literatura en las obras
que le preceden, desde entonces hasta la actualidad.
Así encontramos el mito de Electra y
Edipo, en la presencia del elemento «incesto»
en los argumentos de la novela y el cuento, de Narciso en la narración del
pacto de belleza y juventud eterna, de Orfeo en el poder del canto y la música,
de Prometeo como dador del fuego y la luz, y una muy larga lista de etcéteras.
En
este orden de ideas, continuamos con el llamado de personajes de la literatura
universal para yuxtaponerlos con las deidades femeninas que ya mencionamos.
Iniciemos pues, con Úrsula Iguarán, personaje de la obra, Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014).
Úrsula Iguarán, pródiga en roles y
funciones, se caracteriza por su metamorfosis. (Cabe hacer la mención que de
acuerdo con la historia individual, puede la personalidad estancarse o transitar
de un arquetipo a otro). Úrsula posee la fuerza de las diosas vírgenes a la vez
que muestra su vulnerabilidad como protectora de la familia y el hogar. Úrsula
portadora de la fuerza de la vida y la fecundidad es sin lugar a dudas la
figura más representativa y gigantesca de la novela. Al igual que Gea la diosa
mitológica griega, diosa madre de la tierra de la que descendieron todas las
razas divinas, Úrsula es la matriarca de la familia Buendía, por ello Úrsula
encabeza la lista de los personajes femeninos que situamos como diosas
vírgenes.
En el grupo de las diosas
vulnerables tenemos como prototipo a Eugénie
Grandet, heroína de la novela que lleva como título el mismo nombre, obra
representativa de la novela realista del siglo XIX del escritor francés, Honoré
de Balzac (1799-1850). Eugénie, fue humillada y traicionada por su propia
familia. La avaricia de su padre motiva para dar a su hija una vida acética
además de doblegar su libertad de decisión para definir su futuro. No obstante
que contrae matrimonio con quien ella decide, este, su marido a la vez que su
primo la traiciona. La nobleza e inocencia de Eugénie, la confinan después de
un segundo matrimonio a los actos de caridad y misericordia.
Por último el turno es para Emma
Bovary, personaje principal de la novela del escritor francés Gustave Flaubert
(1821-1880), Madam Bovary. Emma
encabeza el grupo de las diosas alquímicas o transformativas. Flauber, desde
Emma, pone de manifiesto la monotonía y desilusiones de la vida burguesa y reta
la moral victoriana. Emma como amante,
romántica e ilusionada, prioriza la pasión y el romance intenso sobre un
matrimonio insípido y “correcto”. Más que una historia de adulterio y suicidio,
en un doble fondo, Flaubert hace una crítica a la doble moral de la sociedad burguesa
de su tiempo.
Por ahora nos conformaremos con
estos tres personajes como muestra de cada arquetipo, sin embargo,
presentaremos en los siguientes números de esta revista, personajes como;
Susana San Juan, De la obra de Juan Rulfo, Pedro
Páramo. La Maga, de Rayuela del
escritor Julio Cortázar, Doña Bárbara
de Rómulo Gallegos, Jesusa Palancares en Hasta
no verte Jesús mío de Elena Poniatowska, Ofelia, en Hamblet de William Shakespeare, Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio de Jane Austin, Nana
en Nana de Emile Zolá. Natasha
Rostova en La guerra y la paz, de
León Tolstoi, Fantine en Los miserables
de Victor Hugo, Nora en Casa de
muñecas de Henrik Ibsen y otras entre una larga lista.